El amor como fenómeno lingüístico

El amor como fenómeno lingüístico

Cuando expresamos nuestras emociones en términos lingüísticos, solemos hacerlo acompañándolas de una preposición. Como sabemos, el lenguaje no es inocente y dicha preposición, puede generar un sentido -en quién la declara- que puede condicionar de una forma particular, su vínculo con el otro. Me di cuenta de que ante algunas situaciones hablamos de temer “a”, odiar “a”, amar “a”, extrañar “a”.

Por: Emiliano Pardo (Coach Ontológico Acreditado)

Esto me llevo a pensar que tal vez esa “a” me oriente hacia algún lugar, en donde la mirada está puesta fuera de mí, el/la/lo responsable de cómo me siento es aquello a lo que extraño, a lo que odio, a lo que amo, a lo que temo.

 

Dirigir mi emoción “a” me quita poder. Sin embargo, por ejemplo, me enamoro “de” y paso a pertenecerle en lugar de vivir enamorado.

O me enojo “con” yo asumo que el otro está también enojado conmigo, o peor aún, con lo que me enojo es una situación que estoy personificando y dándole entidad sin distinguir que nada de eso que sucede, “me” hace nada. Sin quererlo, al enojarme “con”, estoy poniéndome en contra de eso que quiero resolver.

Hace un tiempo, con mi socio Lionel Moraña, desarrollamos una distinción entre algunos fenómenos emocionales/lingüísticos: atracción/deseo, dependencia y admiración.

Los diferenciábamos del amor, para nosotros el amor es un fenómeno inclusivo mientras que la atracción/deseo, la dependencia y la admiración me inducen de alguna manera a vivir en transparencia mi relación conmigo mismo en cuanto me ponen necesariamente en relación a algo o alguien. Considero que seria valioso, para quienes no lo hacemos con frecuencia, declararnos amor a nosotros mismos. Un amor que represente una aceptación plena de nuestra percepción de quiénes fuimos y quienes estamos siendo, a la vez que una validación propia hacia nosotros mismos. Nuestra declaración de ME amo, incluso cuando ese amor sea auténtico, solemos omitirla.

Cuando algo me atrae o lo deseo, lingüísticamente, me apego a lo que deseo con lo cual, mi apego es a la ausencia de eso que deseo, no hay preposición ni separación entre lo que digo y lo que deseo más que la emoción que siento, pero no puedo mencionar. Cuando expreso dependencia, digo que dependo DE alguien o de algo.

Cuando admiro A alguien, es mi norte, mi punto de llegada, la A como preposición, de alguna manera me indica un destino o una acción a realizar con esa persona como referente. En tanto no pueda hacer o ser como esa persona y mantenga mi admiración A, de alguna forma me estaré poniendo por detrás, la relación es desigual y corro el riesgo de caer en un sesgo de validación universal en el que cualquier cosa que esa persona diga o piense, pase a ocupar un lugar incuestionable en mi vivir. ¿Cuántas veces nuestras relaciones de pareja o profesionales, por ejemplo, son desiguales? ¿Qué preposición usamos para amar?

 ¿Cómo sería poner al amor en mí en lugar de ubicarlo sobre otros o entre lo que el otro hace y lo que a mí me pasa? ¿Qué pasaría si dejara de pararme bajo la sombra de lo que siento? ¿Qué pasaría si me atreviera a vivir según lo que me pasa por el cuerpo? ¿Hasta cuándo voy a limitarme a tener de a una experiencia por vez si, tras descubrirme amando en función de otros, no me queda más que modificar mi lenguaje para que sea coherente con lo que experimento?

 

¿Cuáles son los aportes que le ofreces al lector con tu narrativa?

  1. Principalmente creo que puedo aportar algunas preguntas que tal vez no nos hacemos con regularidad y que independientemente de cambiar o no la manera de declarar de cada uno, puede sacar de la transparencia lo que podría estar implicando cada declaración.
  2. Por otro lado, creo que distinguir al amor de otros fenómenos que se le parecen pero no son lo mismo.
  3. A la vez aportar una idea acerca del amor propio, no solo como emoción sino como declaración.